Desde tiempos de los visigodos, asentados en la casi totalidad de la Península Ibérica, se conocen los primeros movimientos de ganado propiciados por el hombre. Serán los distintos monarcas españoles, sobretodo Alfonso X El Sabio, quien promoverá la constitución de una gran empresa a nivel nacional de explotación ganadera, conocida como La Mesta o trashumancia, a la que se le conceden numerosos privilegios y protección; y ello por los grandes beneficios que generaba, especialmente en el comercio de exportación de la lana por toda Europa. Serán los Reyes Católicos los que propondrán la introducción de distintos capitales para refundar esta gran empresa y conseguir convertirla en el primer exportador internacional de “lana fina”. Esto contribuiría enormemente a la expansión del Imperio español durante los “Siglos de Oro”, dada la enorme calidad de la lana y su gran consideración como mercancía en los principales mercados de la Europa de la época, sobretodo en Londres. Sin embargo, a partir de la llegada de la dinastía de los Borbones y el final del Imperio, se produce el declive de la industria trashumante, tanto por la exportación de la raza merina a otros países de Europa, así como por las políticas ilustradas de la época que darán prioridad a la industria agrícola frente a la ganadera; lo que con el paso del tiempo supondrá, tras la Guerra de Independencia española, la práctica desaparición de la ya débil industria ganadera y trashumante.

 

Es precisamente en este punto donde surge el proyecto, es decir, en el interés por recuperar los valores de la trashumancia, en base a una industria tradicional que tenía como protagonistas  fundamentales a la oveja merina autóctona de España, y la red de extensos caminos creados para su movimiento en las diferentes épocas del año, conocidos como Vías Pecuarias. La importancia de la trashumancia para la cultura e historia de nuestro país radica (i) en el hecho de  ser una aportación originaria de España a la industria ganadera, de gran trascendencia histórica tanto en el ámbito nacional como internacional; y (ii) en constituirse como una solución original en el desplazamiento del ganado por la Península, y a través de una extensa red de vías cargadas de un gran simbolismo y tradición cultural. Sin embargo, la situación en la que se encuentra hoy en día la trashumancia es de absoluta decadencia y desinterés político-económico, por lo que, a través de un proceso de reconocimiento del pasado y comprensión del futuro, se propone su recuperación y protección desde una visión actualizada al S. XXI.; y que sea coherente con las exigencias económicas, históricas, medioambientales y culturales que demandan nuestras sociedades, siempre con el fin de dignificar la figura del pastor trashumante y  su labor ancestral.